martes, noviembre 07, 2006

Claroscuro de mi ciudad

Por: Jorge Luís Peña.

He visto a dos mujeres con sombrillas, en un andar que puede ser romántico, y he visto cómo invaden un jardín ajeno y arrancan sin piedad las ramas de un arbusto que luego se reparten, con una paz, de veras envidiable.

He visto a dos viajeras, tal vez una madre y una hija, evacuar sus líquidos interiores en un puesto gastronómico, y a quince metros he visto el baño necesario.

He visto un Canal Azul, atravesando a mi ciudad y a sus obreros mirar al horizonte con esperanzas, como los pequeños ven flotar sus papalotes. He visto sus aguas recorrer lo árido para devolver al fin la imagen oportuna.

He visto una plaza dedicada a un Salvador, uno de los tantos que andaban por el mundo. He caminado su piano, he ascendido y creo haberme sentado bajo las pérgolas, hasta oír una música que dice a Puerto Padre me voy .

He visto los calientes y diezmados bancos de la avenida, dispuestos en una alineación inexistente, he visto sus mármoles sin lustre recibir más de una vez el golpe y la fractura.

He visto y palpado la descortesía de una institución que vive al centro, que promulga su prioridad por el cliente y he visto al cliente, con los hombros caídos y sus tristes cartas bajo el brazo.

Estuve en el diálogo que dos escritores sostuvieron con la gente en una apretada sala de la ciudad, y aun me pregunto ¿cómo no volver a estar entre los muchos?

Me senté a escuchar los trovadores sin discos, los escritores sin libros y los pintores sin cuadros ¡cómo hablaban del futuro, del arte que aparece en cualquier sitio!

Veo una casa con jardines, entregada a difundir cultura, y sentado en el parque respiro el placer de aquellos niños que se van con la sonrisa a flor de labios.

He volteado a la ciudad, entre las velas de una historia mil veces discutida y he vuelto a decir casi seguro ¡esta es la tierra!, con sus vitrales de luces y de sombras. Y pienso que es posible Puerto Padre, es posible un país de alas y cultura, porque sé de esos buenos ojos que caminan, que desandan la ciudad, con la mirada que tiene el corazón.