Por Javier Rodriguez
La Habana, 9 nov (PL) La doble derrota que acaba de sufrir Estados Unidos ante Cuba en la ONU representó otro fuerte rechazo de la comunidad internacional al bloqueo y a oscuras maniobras de Washington representadas por Australia.
Por decimoquinto año consecutivo y con record de 183 votos a favor, la Asamblea General ratificó la demanda del cese del asedio económico, comercial y financiero a la isla antillana y mantuvo el tradicional aislamiento de la Casa Blanca en ese tema.
La firme posición cubana, subrayada por el canciller Felipe Pérez Roque, en su intervención ante el plenario, permitió frustrar el intento del gobierno de Camberra que, por petición de la Casa Blanca, pretendió modificar la moción de condena al cerco.
Seguro de su revés, la administración del presidente George W Bush utilizó a esa representación para introducir una propuesta de enmienda a la resolución que aprobaría la Asamblea General, contentiva de los mismos argumentos esgrimidos por Washington contra Cuba.
Pero la maniobra se convirtió en el segundo fracaso durante la misma sesión al recibir el voto negativo de la gran mayoría de los países presentes.
Al analizar lo sucedido debe resaltarse el hecho de que el gobierno norteamericano, en lugar de atender al reclamo internacional para poner término al más largo bloqueo de la Historia, pretendió neutralizar el fallo de la alta instancia de las Naciones Unidas.
Para ello, como denunciara Pérez Roque, fue necesario que la cancillería australiana recibiera una llamada al orden procedente del más alto nivel de la estructura gubernamental estadounidense, a los efectos de que jugara el papel de testaferro de Estados Unidos.
Se pretendió, de esta forma, alegar supuestas violaciones de los derechos humanos en Cuba precisamente en momentos que se pronunciaba la ONU contra el mayor de los irrespetos a esos derechos y contra la independencia de un Estado miembro.
La desesperación de Bush, quien recibió también el castigo del electorado norteamericano por la invasión a Iraq, le llevó a escoger, por cierto, a un gobierno acusado de complicidad con su política guerrerista y de discriminación a su propia población aborigen.
El gobierno de Australia es una especie de imperialismo de bolsillo siempre listo en el Pacífico a seguir a sus mentores de Washington, sentenció el canciller cubano.
La respuesta al mantenimiento del bloqueo y a la insistencia en ignorar el criterio de la comunidad internacional fue la doble derrota de un gobierno que no parece aprender de su casi medio siglo de fracasos en los intentos de destruir la revolución cubana.