Por: Gabriel Peña González.
Sus voces son las nuestras: claras, limpias, verdaderas. Sus manos hacen luz de futuro, aunque unos pocos pretendan apagarla. Sus rostros irradian pulcritud y se mezclan entre la gente sencilla y común que deja huellas en cualquier sitio de mi bella Isla. Fernando, Gerardo, René, Antonio y Ramón se crecen como dignos jóvenes cubanos en las mismísimas garras del imperio.
Los años de absurdo encierro no los han podido doblegar.
Hoy, con más voluntad de hacer bien a la humanidad estos cinco hombres se regocijan por la solidaridad mundial ante su causa. Amigas y amigos de todo el mundo reclaman justicia y exigen su pronta liberación, también les reconocen los méritos y les distinguen en el presente siglo como héroes defensores de la amistad y la felicidad de todos por igual, sin importar credo, raza o etnia.
Sus cualidades omnipotentes aterran al imperio moribundo, preñado de miedos e indefenso por el ejemplo que alcanza al universo todo y expande cual éter justo y consecuente los mejores valores humanos.
Cinco jóvenes, cinco patriotas, cinco hijos de la paz, permanecen encarcelados como si la reclusión de sus cuerpos mortales fuera sinónimo de mudez. Se equivocan señores imperiales, torturadores de cuernos duros, cola larga, pensamiento morboso y olor a azufre. Jamás podrán callar tanta maldad, hasta los niños aclaman justicia, eso bien lo conocen ustedes aunque aparenten lo contrario.
Sí, ustedes “señorones de ley” con todo su poderío mediático se creyeron poder ocultar la verdadera causa que llevó a estos cinco luchadores a penetrar la madriguera del terrorismo.
Fernando, Gerardo, René, Antonio y Ramón, humildes acreedores del premio internacional Benito Juárez llenan de fe y optimismo a los hombres de bien que en este mundo se alzan contra el imperio.