Por: Yahíma Batista Turruelles.
La vida bajo el capitalismo es miseria, ausencia de agua potable, cuidado sanitario y educación, es el desgraciado destino para miles de millones de personas en este planeta: horror sin fin.
Una situación similar solo existía en lugares muy lejanos para los que solían verlo como una realidad sombría: los estadounidenses.
En la actualidad, las telarañas acumuladas durante décadas de relativo letargo e indiferencia a las necesidades del pueblo, llenan las pantallas de los televisores con imágenes devastadoras e inolvidables.
Las elecciones del año 2000 en los Estados Unidos, los ataques del 11 de septiembre, el colapso de Enron, las guerras en Afganistán e Irak, sacuden la conciencia de los que hasta hoy han estado indiferentes a la política del gobierno estadounidense. Por eso, las consecuencias del Katrina no se pueden cuantificar.
Realmente los huracanes son naturales, pero la falta de planes de prevención, evacuación y ayuda, ¡NO!. Es simplemente un desastre humano.
¿Y cuál es la reacción de la clase dominante? El presidente Bush, lejos de haber ayudado a los sobrevivientes , se tomó toda la preocupación en proteger de los saqueadores, las propiedades de la clase pudiente. El ¨ gran¨ George W. y compañía, intentan evitar la vinculación de la guerra en Iraq con la respuesta a las consecuencias del Katrina por parte de su camarilla.
¿Dónde estaban los helicópteros y otros medios para la operación rescate? Solo aparecieron siete, el resto está fuera, principalmente en Iraq.
Un gobierno que puede mover rápidamente a cientos de miles de soldados y millones de toneladas de equipos para una guerra al otro lado del planeta, podía haber salvado a tiempo las vidas que se han perdido y los cuerpos que continúan apareciendo en total estado de putrefacción. Existe una sola respuesta: querer hacerlo.
La histeria patriótica a favor de la Seguridad Nacional estadounidense después del 11 de septiembre, desapareció hace mucho. ¿Cómo sucedió? La verdad se revela: el capitalismo y sus representantes no pueden garantizar ni el nivel de seguridad básico.
Qué lejos están Cuba y Venezuela de todo esto. Cuba, donde el pueblo está antes que las ganancias y el gobierno evacua rápida y eficazmente a todos los que estén en el camino de los huracanes cuando llega la temporada ciclónica. Venezuela, aún amenazada por el imperialismo, inmediatamente ofreció una ayuda de un millón de dólares a los desamparados.
Para quienes creen que nada cambia y el capitalismo siempre existirá, deben mirarse en el espejo de Nueva Orleáns, la ciudad que antes albergaba más de medio millón de habitantes. De la noche a la mañana, el lugar de la comida Cajón y creole, del festival de Mardi Gras y el pueblo del nacimiento del Jazz, está reducida a un lago de contaminación y abandono.
Nada es para siempre, el capitalismo no ha existido desde siempre y no existirá para la eternidad. ¿Qué lo sustituirá?, ¿el horror sin fin del Apocalipsis que vemos después del paso del Katrina? El mundo no lo permitirá.